viernes, 1 de abril de 2011

GRUPO 6 LA LIMOSNA Karol Ibarra, Ageda Saa, Lily

1. «Poenitemini et date eleemosynam» (cf. Mc 1,15 y Lc 12,33).

La palabra «limosna» no la oímos hoy con gusto. Notamos en ella algo humillante. Esta palabra parece suponer un sistema social en el que reina la injusticia, la desigual distribución de bienes, un sistema que debería ser cambiado con reformas adecuadas. Y si tales reformas no se realizasen, se delinearía en el horizonte de la vida social la necesidad de cambios radicales, sobre todo en el ámbito de las relaciones entre los hombres. Encontramos la misma convicción en los textos de los profetas del Antiguo Testamento, a quienes recurre frecuentemente la liturgia en el tiempo de Cuaresma. Los profetas consideran este problema a nivel religioso: no hay verdadera conversión a Dios, no puede existir «religión» auténtica sin reparar las injurias e injusticias en las relaciones entre los hombres, en la vida social. Sin embargo, en tal contexto los profetas exhortan a la limosna.

Y tampoco emplean la palabra «limosna», que, por lo demás, en hebreo es «sadaqah», es decir, precisamente «justicia». Piden ayuda para quienes sufren injusticia y para los necesitados: no tanto en virtud de la misericordia cuanto sobre todo en virtud del deber de la caridad operante.
La palabra griega «eleemosyne» se encuentra en los libros tardíos de la Biblia, y la práctica de la limosna es una comprobacion de auténtica religiosidad. Jesús hace de la limosna una condición del acercamiento a su reino (cf. Lc 12,32-33) y de la verdadera perfección (cf. Mc 10,21 y par.). Por otra parte, cuando Judas –frente a la mujer que ungía los pies de Jesús pronuncio la frase: «¿Por qué este ungüento no se vendió en trescientos denarios y se dio a los pobres?» (Jn 12,5), Cristo defiende a la mujer respondiendo: «Pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre» (Jn 12,8). Una y otra frase ofrecen motivo de gran reflexión.

Significado del término « limosna»
2. ¿Qué significa la palabra «limosna»?
La palabra griega «eleemosyne» proviene de «éleos», que quiere decir compasión y misericordia; inicialmente indicaba la actitud del hombre misericordioso y, luego, todas las obras de caridad hacia los necesitados. Esta palabra transformada ha quedado en casi todas las lenguas europeas:
En francés: «aumone»; en español: «limosna»; en portugués: «esmola»; en alemán: «Almosen»; en inglés: «Alms».

Incluso la expresión polaca «jalmuzna» es la transformación de la palabra griega.
Debemos distinguir aquí el significado objetivo de este término del significado que le damos en nuestra conciencia social. Como resulta de lo que ya hemos dicho antes, atribuimos frecuentemente al término «limosna», en nuestra conciencia social, un significado negativo.

Son diversas las circunstancias que han contribuido a ello y que contribuyen incluso hoy. En cambio, la «limosna» en sí misma, como ayuda a quien tiene necesidad de ella, como «el hacer participar a los otros de los propios bienes», no suscita en absoluto semejante asociación negativa. Podemos no estar de acuerdo con el que hace la limosna por el modo en que la hace. Podemos también no estar de acuerdo con quien tiende la mano pidiendo limosna, en cuanto que no se esfuerza para ganarse la vida por sí. Podemos no aprobar la sociedad, el sistema social, en el que haya necesidad de limosna. Sin embargo, el hecho mismo de prestar ayuda a quien tiene necesidad de ella, el hecho de compartir con los otros los propios bienes, debe suscitar respeto.

Vemos cuán necesario es liberarse del influjo de las varias circunstancias accidentales para entender las expresiones verbales: circunstancias, con frecuencia, impropias que pesan sobre su significado corriente. Estas circunstancias, por lo demás, a veces son positivas en sí mismas (por ejemplo, en nuestro caso: la aspiración a una sociedad justa en la que no haya necesidad de limosna porque reine en ella la justa distribución de bienes).
Cuando el Señor Jesús habla de limosna, cuando pide practicarla, lo hace siempre en el sentido de ayudar a quien tiene necesidad de ello, de compartir los propios bienes con los necesitados, es decir, en el sentido simple y esencial, que no nos permite dudar del valor del acto denominado con el término «limosna», al contrario, nos apremia a aprobarlo: como acto bueno, como expresión de amor al prójimo y como acto salvífico.

La limosna perpetúa la pobreza y no ayuda a nadie. La limosna no ayuda a la integración social y laboral de personas con dificultades sociales, laborales y económicas. Existen otros medios para que recobren su autonomía y puedan cubrir sus necesidades vitales.

Bajo el lema ‘La limosna, no es la solución’, el Ayuntamiento quiere insistir en la necesidad de realizar una labor educativa y de apoyo a las personas en riesgo de exclusión social. Dar dinero o pedirlo en la calle no soluciona el problema. Ya que si se da limosna, se rompe la labor educativa que desarrollan las instituciones a lo largo del año.

Este mensaje insiste en la confianza hacia las instituciones y entidades sociales que intentan ofrecer alternativas reales a las personas en situación de necesidad, para conseguir su integración social y laboral y que recobren o adquieran autonomía para cubrir sus necesidades vitales.

La población debe tener en cuenta el destino y efectos de la limosna indiscriminada y optar por potenciar el proceso de desarrollo personal de quienes piden limosna, informar sobre los recursos sociales existentes, reorientar las actitudes positivas de ayuda a los demás a través de los cauces adecuados y realizar una autocrítica de las entidades de servicios sociales respecto a la intervención en los procesos de integración social.

La limosna no ayuda: perpetúa la pobreza, favorece la explotación infantil, aleja al mendigo de los sistemas de protección, dificulta la participación en los planes de inclusión, permite mantenerse en los hábitos negativos, adicciones y dependencias, cronifica el desarraigo, la pérdida de estima personal y social y facilita la explotación de la pobreza por parte de las mafias.

Consecuencias negativas
La limosna tiene consecuencias negativas tanto en el que la da como en el que la recibe.
Para quien da supone falta de implicación social, tranquilidad de conciencia, desvalorización de las entidades que trabajan con estas personas y no escuchar realmente a quien pide ni atender sus necesidades reales.

Para quien pide, la limosna también tiene consecuencias negativas: degradación humana, pérdida de capacidad de iniciativa, explotación de menores, maltrato femenino, agravamiento de la marginación y aumento de la dependencia y potencia el aislamiento social

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